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Educar en el ecofeminismo (I)

Conceptos a explicar bien a hijos e hijas para que contribuyan a una sociedad más justa e igualitaria: ¿qué es el ecofeminismo?

Hola soy Ana: mujer, madre, feminista y profesional de la comunicación y la estrategia ambiental. Sí, soy feminista, ecofeminista. Lo soy desde el día que mi madre, cuando era pequeña, me llamó la atención cuando yo le dije que mi padre la ayudaba mucho en casa. Recuerdo que mientras lo hablábamos ella guardaba la compra. En casa siempre he visto como todo se ha hecho entre dos, pero aún así, en mi ‘consciente’ (ya no subconsciente), ¡mi padre ayudaba a mi madre! ¿Cómo puede ser que, yo, hija de una pareja activista, feminista, no machista, etc. tuviera esto inoculado en mi cabeza? Mi madre me lo contó. Primero desde la agresividad, después desde la empatía. Y entonces empecé a entender que todos aquellos libros feministas en casa, aquellos puños hacia arriba de color lila y pósters de mujeres reclamando derechos y oportunidades querían decir más de lo que pensaba. Me di cuenta de que aquellas amigas divorciadas, lesbianas y extrañas de mi madre eran activistas que estaban luchando por ellas y por mí y por mi hija y por mi hijo, también. Así que comienzo este post agradeciendo a todas aquellas mujeres y también hombres (aunque menos) que durante los años 70 y 80 lucharon por una sociedad más justa. Aún no hemos llegado dónde vosotras queríais, pero hicistéis posible un salto enorme que nos ha abierto muchas puertas.

Una manera de contribuir a una sociedad feminista es a través de la educación. Pero, antes de plantear consejos o conversaciones con nuestros hijos e hijas, y también con los adultos que nos rodean; creo que clarificar el término feminismo ayudaría a situarnos, ya que las definiciones y visiones al respecto son tan diversas que pueden confundir, y mucho. Últimamente (los últimos 7 años) estoy leyendo más que nunca sobre el tema (desde mi sexualidad, la lactancia, la maternidad, la política, la literatura, el mundo de los juguetes, la ciencia, el cine, el deporte, etc.) y he aprendido algunos conceptos que pueden ayudar a entender aún más el movimiento/reivindicación.

Educar es un reto constante, que como acertadamente decía Carles Capdevila, si se hace con humor resulta más gratificante y menos traumático.

Educar en el feminismo requiere de un proceso de aprendizaje de madres y/o padres para dejar atrás el patriarcado que la sociedad nos ha inoculado, voluntaria o involuntariamente. Se convierte en una oportunidad para hacer una relectura de nuestras propias vivencias y como se nos ha discriminado desde una perspectiva de género.

Educar en el ecofeminismo ya empieza a sonar a misión imposible. Porque entonces el aprendizaje es doble: huir del patriarcado e incorporar los cuidados como un papel clave para el equilibrio ecosistémica, social y económico.

 

Diferencia entre igualdad y equidad 

¡No es lo mismo! Esta ilustración me parece más que reveladora. Ayuda mucho a entender la clara diferencia entre igualdad (los mismos derechos para todos) y la equidad (las mismas oportunidades). Es decir, si quiero mirar por encima del muro y soy bajita, está claro que tengo derecho a mirar pero si no llego, quizá necesito cierta ayuda, como un taburete. El taburete sería la equidad. En el caso de género también hay que tener claras estas diferencias. ¡Queremos una sociedad igualitaria y justa! ¡No sólo igualitaria!

 

¿Qué no es el feminismo?

  • No es odio hacia el sexo contrario, aunque la historia y la represión y violencia continuada acaban llevando hacia ciertas reacciones que nacen del rencor y la angustia. Hay que ser empático/a, ¡pues!
  • No es lo contrario de machismo, ya que el feminismo no consiste en discriminar el sexo opuesto (cosa que sí se ejerce desde el machismo).
  • No es querer ser como los hombres. ¡Qué! ¡Gracias! Yo me siento mujer (he tenido la suerte de nacer con vagina y estar de acuerdo con la sexualidad que supuestamente este órgano sexual me atribuye sólo llegar al mundo) y estoy orgullosa del género al que pertenezco. Sólo quiero que se me trate con respeto y sin condescendencia sólo por el hecho de ser mujer. Quiero tener las mismas oportunidades, ¡incluso de equivocarme! Se dice que la sociedad será realmente igualitaria y equitativa en términos de género cuando una mujer mediocre pueda llegar igual de lejos que un hombre mediocre.
  • No es querer tener los mismos derechos únicamente, sino tener también las mismas oportunidades. Un ejemplo en este caso sería: cuando somos madres y queremos dar el pecho a nuestros hijos (la opción más económica, cómoda y agradable … siempre que funcione bien y la coyuntura lo haga posible), está claro que no nos encontramos en igualdad con los hombres. Necesitamos tiempo para poder alimentar a nuestros hijos e hijas, por lo tanto, tenemos que disfrutar de ciertas ventajas para poder dedicarnos a esta tarea sin sentimiento de culpa, de incumplimiento laboral o de presión económica.

¿Qué es el feminismo?

  • Es querer ser mujeres desde la libertad y el respeto, sin culpabilidades y límites constantes que nos sitúan como un sexo más vulnerable y anulado. Pero, ¿qué sería del mundo sin las mujeres? Más allá de su función reproductiva … que por cierto, los hombres también tienen, ya que sin ellos la reproducción no sería posible tampoco … ¿Qué sería de nuestra sociedad sin nosotras?
  • Dicho de otro modo, y recurriendo al eslogan que catalizan la segunda ola feminista de los setenta: lo personal es político. Este es el caso del papel de las mujeres en la sociedad. Parte de lo que nos ha pasado o pasa y asumimos como un caso personal y aislado, no lo es. Se trata de actos políticos constantes fijados por un sistema que nos diferencia constantemente (hasta aquí no pasaría nada) pero para ofrecernos menos opciones (aquí la cosa ya cambia). Así que hay que infiltrarse en el sistema. Como dice Leticia Dolera, actriz y directora de cine y desde hace poco activista feminista, es necesario que el feminismo se incorpore al mainstream.

¿Qué es la sororidad?

  • Sororidad consiste en la solidaridad entre mujeres para luchar contra el machismo. Como género que compartimos y grupo social, debemos ayudarnos entre nosotras.
  • Para mí este ha sido un concepto/movimiento revelador. Sinceramente, lo desconocía totalmente y ahora puedo afirmar que yo misma era una aniquiladora de mi propio género. Sin ser consciente y tirándome piedras sobre mi propio tejado. ¿Tú también?
  • Huir de lo que se dice que las mujeres nos odiamos, nos criticamos, nos deseamos lo peor. O que nos consideramos malas, perversas, manipuladoras o incluso histéricas. ¡No es cierto! Nos debemos apoyar y aceptarnos nuestra diversidad. En este sentido quiero poner el ejemplo de la típica conversación en la que decimos que las niñas tienden a hacer grupitos y estrategias entre ellas, mientras que los niños son más nobles o ‘tontos’ y juegan sin más. Hay que tener cuidado con lo que decimos, cómo lo decimos y quién nos escucha mientras lo decimos.
  • Imagínate si más de la mitad de la población mundial nos pusiéramos de acuerdo. Yo lo noté mucho al parir. Me gustaba mucho compartir experiencias y dudas con otras mujeres con las que, de otro modo, seguramente no hubiera hablado e incluso hubiera terminado criticando.
  • En este sentido, hay iniciativas como Madremente con más de 3.000 seguidoras/es en Instagram, que lidera Andrea Ros, madre, actriz y activista feminista que con el lema: ‘Lo hago como madremente puedo’ comparte experiencias y encuentros con otros madres y padres que encuentran en estos espacios una liberación a sentimientos de culpabilidad, inseguridad y soledad.

¿Qué es la transexualidad?

¿Y si naces con un órgano sexual que no corresponde con el género con el que te sientes identificado/a? Es decir, nació con pene o vagina no determina nuestro género de entrada, aunque mucha gente insista en poner pendientes a sus hijas sólo nacer, definiendo sólo llegar al mundo qué lugar ocupan en el mundo, que son niñas y que no pueden poner esto en duda. Una buena amiga que tiene un hijo con vagina me dijo: ‘¿Amamos a las personas por su género o por quién son? ¿Qué más da que sean hombres o mujeres?’ Y la verdad es que en este sentido se ha abierto un mundo desconocido delante de mí y que quería citar brevemente en este post ya que el feminismo también reclama espacio para la libertad de ser un/a mismo/a.

¿Qué son los micromachismos?

Yo soy la primera que no tenía presente este término, aunque he sufrido alguno y aún lo sufro.  Pero considero que es importante poner nombre y apellido a situaciones que nos pasan a diario y que muchas veces asumimos como normales, cuando no deberían serlo.

  • La «carga mental» en la vida en pareja. No sé vosotras, pero en mi Google Calendar las tareas familiares (de color naranja) destacan frente al resto. Se trata de tener la sensación o la certeza de que quién controla casi todo lo que hay que hacer y tiene que ver con el cuidado y el trabajo de casa es la mujer. En nuestra cabeza se crean listados de tareas pendientes en relación a la actividad escolar, familiar, la gestión y mantenimiento de la ropa, la limpieza y compra de alimentos (y si te pones puntillosa y quieres que sean ecológicos, ¡ya no sabes dónde te has metido!), las visitas periódicas al médico, etc. El hombre de la casa ejecuta alguna de estas tareas (a menudo cuando le dices qué hay que hacer) o se hace responsable de algún trabajo (¡Gracias! ¡Qué suerte que tengo!). Pero nunca llega a tener toda esta organización en la cabeza y, por tanto, no asume la responsabilidad. Sus tareas están más asociadas al día a día, a lo que se ve mucho como… cocinar. Y como es más visible, te encuentras que tu entorno te felicita por la suerte que tienes y tus hijos creen que tú no sabes cocinar porque siempre lo hace el Papa … pero, ¿y él? ¿Sabe poner lavadoras? ¿Sabe organizar los armarios para no necesitar otra habitación en una ciudad donde el metro cuadrado de vivienda vale más que el alquiler de un mes? Esto nadie lo echará de menos si tú te marchas de Congreso … Perdón, me he dejado llevar … Sigo.
  • Además, cuando intentas hablarlo, no se entiende, no se ve… o te responde con valoraciones de preferencias individuales. Si yo me preocupo más de la limpieza o la ropa de los niños será que a mí me gusta más … Pero entonces te preguntas si no será que a nosotras, como mujeres, nos han educado para dar prioridad a todas estas tareas. No será que a él, como hombre, la han educado para no darles valor. No tengo respuesta, la verdad.
  • La valoración del trabajo remunerado respecto labores. En muchos casos, el primer año de la criatura se decide, como pareja, que la mujer deje de trabajar (lo hace encantada para asumir su rol materno de manera temporal) para dedicarse a la crianza y, claro, esto lleva asociadas las tareas de casa. Pero entonces, él, que llega cansado del trabajo (que también tiene derecho) no entiende que estés cansada o que quieras que al llegar haga también cosas de la casa. Y te responde con un «cuando vuelvas a trabajar ya me entenderás». Porque, claro, ¡trabajar fuera de casa es un trabajo de verdad! Y cuidar una criatura de meses o hacer trabajos en casa no es lo mismo … Pero resulta que vuelves a trabajar fuera de casa … y continuas priorizando o haciendo como puedes las tareas de cuidado y las tareas del hogar, también. ¡Gran verdad!
  • La incomprensión se convierte en agresividad. En ocasiones, algunos amigos, amigas o parejas, viven mal que defendemos nuestras ideas con energía y vehemencia. E incluso que al hacerlo se te ponga un nudo en la garganta. Pensamos que se trata de un problema personal pero, ¿y si quién lo dijera fuera un hombre? Quizás, como ya hemos dicho antes, no se trata de un tema personal sino político. Y más de lo que pensamos.
  • Cuando nos hablan de manera didáctica o con condescendencia cosas que ya sabemos. Esto tiene un nombre, como muchas otras cosas que estoy explicando. Se trata de mansplaining. O que nos interrumpan cuando hablamos, manterrumping. Y cuando te rebotas ante estas situaciones se te tacha de ser demasiado susceptibles y tú te lo crees y te callas. Pero, si tantas mujeres lo dicen, puede ser que no soy yo, tal vez se trate de un tema político. Quizás nos pasa a todas. Y entonces, tal vez sí que tienes derecho a irritarte. Y aquí puede surgir la idea de que las feministas odiamos a los hombres y no es así. Porque no todos los hombres hacen esto y muchos lo hacen porque el sistema así les ha ‘educado’. Es necesario, por ello, ponerlo sobre la mesa para luchar contra estas micro-situaciones que una a una suman una sociedad machista, desigual e injusta.

¿Por qué esta huelga del 8M de 2018 es diferente al resto?

Se trata de la primera huelga feminista de la historia, a nivel internacional. Por ello, el 8 de marzo de 2018 haré huelga, voy a parar, no trabajaré, no consumiré, no estudiaré, no cuidaré. Y desde aquí llamo a que todas lo hagamos o ayudemos a que otras también lo puedan hacer! Sólo quería hacer un breve apunte: en mi caso me resulta mucho más complicado dejar de cuidar que dejar de trabajar. Y aquí es donde encuentro la innovación de esta convocatoria: la vida cotidiana tiene muchas más dimensiones que la laboral y las desigualdades de género están presentes en todas estas dimensiones. Si paramos todas, no sólo se para la economía, ¡sino que se para la vida! ¡Esto creo que ya dice mucho! Y si quiero disfrutar de mi derecho de huelga, ¿quién cuida a mis hijos? Si no van a la escuela porque sus maestros quieren hacer huelga, ¿quién cuida a mis hijos? ¿Mi madre, su abuela paterna? Pero ellas también son mujeres. Ah, mi padre, ¡’el abu’! He tenido suerte pero no olvidemos que hacer huelga no debe restringir la opción de otros de hacerla también.

En este artículo de El Crític, Per què la vaga feminista del 8 de març no serà una mobilització com les altres? se explica muy bien las singularidades de esta huelga y se destaca que el terreno laboral es muy importante, pero el trabajo remunerado no es la principal actividad de la mayor parte de las personas. Ni siquiera es la actividad principal de una buena parte de las personas en edad de trabajar, tal como muestra la infografía siguiente.

Por otro lado, aquella que haga huelga que no se sienta culpable, por favor. Yo me incluyo. No seremos peores madres, ni peores mujeres, ni peores trabajadoras por hacerlo. No debemos compensar nada, ni hacer regalos, ni hacerlo todo el día siguiente o antes para que nadie note su ‘no presencia’. Sé que es difícil, pero insisto, el objetivo de la huelga es poner en valor todo lo que hacemos y, ¡no se ve! Si lo haces igualmente, no se verá. Sí, sé que quien se verá afectada finalmente serás tú o tus hijos. Pero si lo explicas y lo compartes y buscas las complicidades que necesitas, lo podrás hacer desde la libertad, el activismo y el amor.

 

¿Qué quiere decir ‘Economía de los cuidados’? ¿Qué es el ecofeminismo?

Desde el Ayuntamiento de Barcelona se empieza a centrar parte de sus políticas en la Economía de los cuidados. Esto consiste en la reivindicación de la triple dimensión económica, social y política del cuidado. El gran potencial, pues, de la economía de los cuidados es contribuir a sacar el ‘cuidado’ de la reclusión y la invisibilización históricamente sufrida en el ámbito familiar; a desvincular la de la idea de que es algo propio de las mujeres en las hogares y/o de sectores laborales precarizados, y a politizarla y construirla como un fenómeno objeto de intervención pública y de acción social y económica.

El día 5 de marzo de 2018 se presentó el nuevo ‘Espai de les Cures’, un nuevo servicio para apoyar y visibilizar la economía de los cuidados en la ciudad de Barcelona. Una semana muy adecuada para presentar este nuevo servicio que quiere orientar, informar y acompañar a los miles de personas cuidadoras en la ciudad, en su mayoría mujeres. Este centro forma parte de la Mesura de Govern de Democratització de la Cura (documento).

En este marco, el ecofeminismo es una muestra de cómo las mujeres también asumimos, en muchos casos, el cuidado de nuestro entorno, más filosóficamente hablando, ‘el cuidado del planeta’. Se nos considera más conectadas a la ‘madre tierra’ como madres que somos. Pero, ojo, que esto no nos haga arrastrar aún más responsabilidades de manera solitaria y culpable. Todo esto está ligado al principio de respeto a la naturaleza del ecologismo como base para luchar contra el patriarcado y el industrialismo (que no industrialización), ya que para las ecofeministas, tanto las mujeres como la naturaleza son igualmente víctimas del sistema patriarcal (que no de los hombres, insistimos que no se trata de luchar contra los hombres, sino contra el sistema que los pone en el centro de todo, cuando no lo son).

Desde la perspectiva del consumo, las mujeres somos responsables mayoritarias del consumo cotidiano. No del coche o del piso, o de los restaurantes (aunque le llevan la cuenta a él … será porque esperan que sean unos gentleman y nos inviten o porque él es quien paga en casa)… pero sí en los gastos periódicos e imprescindibles para sacar adelante el día a día. Lo demuestra el hecho de que el 61,47% de los desplazamientos para llevar a cabo esta tarea los hacen ellas (EMF 2016). Así pues, detener el consumo cotidiano es una herramienta que hay que utilizar para situar en el centro las reivindicaciones feministas, y poner sobre la mesa los efectos económicos (¡y ecológicos!) de esta actividad.

Por ello, tal como indica el artículo de El Crític antes citado, una huelga feminista incluye una vertiente muy importante e innovadora, más allá de no cuidar: no consumir. Porque no consumir también es una forma de protesta y hacer del consumo una cuestión política tampoco es algo nuevo. Los ecologismos, incluyendo el ecofeminismo, lo hacen desde hace medio siglo, aplicando la necesidad de actuar localmente para una transformación global. Politizar el consumo implica una posición ética individual, que no necesita una militancia organizada, y es conciliable con la multiplicidad de trabajos y de obligaciones que llevamos a cabo de manera cotidiana.

Así que mañana haga lo que madremente pueda o no haga nada. Pero que se haga visible que sin nosotros la vida se pararía.

 

Dedico esta serie de posts feministas a mi madre Carmen, a mi tía Teresa y mi hija Vera (las mujeres más importantes del mundo para mí) y los referentes en la lucha feminista Lidia Falcon, Magda Oranich, Anna Mercadé, Montserrat Roig, Rosa Capel, Victoria Prego, Núria Pompeia, etc. Y a todas las mujeres que cada día hacen posible que el mundo sea un lugar mejor, que no se conforman y que reivindican un cambio social.

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