El orden es muy relativo. Depende de cada cual que un espacio esté ordenado. Cada quien encuentra su orden en su caos, y puede llegar a no encontrar nada en el orden de los otros. Pero más allá de estos aspectos de filtro y visión personales, tener ordenada nuestra casa es, la mayoría a veces, ¡todo un reto! Los grandes enemigos del orden son: tener demasiadas cosas, un espacio limitado y poco tiempo para gestionar ambas cosas.
Tener los armarios de la ropa ordenados, incluso con algún cajón vacío; la caja de las herramientas organizada, sin clavos, tornillos y tacos de medidas diversas mezclados; la comida visible y con la fecha de caducidad controlada, tanto en los armarios como en la nevera; los juguetes, los libros, las fotografías impresas en álbumes, etc. Todo aquello que tenemos y que en parte nos define ocupa un espacio, no menor, en nuestros hogares y en nuestras vidas. El orden no permite únicamente que encontremos aquello que necesitamos, cuando lo necesitamos, sino que nos transmite ‘paz’, ‘control’ y sobre todo, ‘conciencia’ sobre aquello que tenemos. Porque en el día a día frenético, muchas veces compramos y consumimos más de lo que necesitamos por carencia de tiempo, de organización, de previsión. Llegamos a casa con una lechuga cuando resulta que ya teníamos una o dos acumuladas. O con un paquete de arroz, cuando ya teníamos 4 pero invisibles entre tantos paquetes abiertos. Compramos ropa que en realidad no necesitamos porque no sabemos realmente qué tenemos en el armario y al tener tanta ropa no somos capaces de distinguirla y combinarla. Nos cansamos de ponernos siempre lo mismo (aquello que está más a mano) y salimos a comprar más y más. Y así podríamos enumerar muchas de las cosas que nos rodean diariamente y que reclaman tener un lugar donde ser vistas, valoradas, utilizadas y gestionadas correctamente. Pero al no tener ese lugar, las olvidamos, las descuidamos y buscamos sustitutas.
¿Alguien puede dedicarse a poner orden en tanto caos? Parece que sí. Marie Kondo hace más de 10 años que se dedica a esta disciplina. La llaman la ‘Beyoncé de la organización’. Ha escrito varios libros al respecto dado que sus listas de espera para asear las vidas de los otros llegaban a más de un año. Sus clientes necesitaban respuestas, una guía, una solución para ser autosuficientes en su desorden casero. Y de aquí surgió ‘La magia del orden. Herramientas para ordenar tú casa…. ¡y tú vida!‘ (Alfaguara, 2014), libro del cual se han vendido más de 3,6 millones de ejemplares.
Hace tiempo que escucho hablar de esta profesional y de su curiosa manera de ganarse la vida, en parte porque la comparto y estoy totalmente de acuerdo en que tener demasiadas cosas nos ciega, nos hace consumir más y de manera más inconsciente, nos frustra y nos causa insatisfacción constantemente. Si realmente valoramos aquello que poseemos que nos ayuda, nos gusta, no nos preocupa y nos es útil… nos sorprenderíamos de la cantidad de cosas de las cuales podríamos prescindir. No lo hacemos por vínculos emocionales, por pereza, por inercia… pero es todo un ejercicio que puede ser muy saludable.
Pero, Marie Kondo entra en más detalles. Incluso explica cómo tenemos que doblar nuestras camisetas para que ocupen menos espacio y las podamos encontrar cuando las buscamos. Así como toallas, calcetines, ropa interior, etc. En este vídeo viral (visualizado por más de 2,5 millones de personas) hace una demostración de cómo guardar nuestra ropa interior: medias, sujetadores y braguitas. Con trucos como estos, esta organizadora nata comparte cómo se puede tener menos, por un lado; y tenerlo más aseado y a la vista, por otro. La dificultad llega cuando se tiene que mantener el orden, pero está claro que tener menos ya es un punto de partida. Me gustaría saber cuánta ropa interior tenemos en el cajón que ya no nos ponemos o bien porque está agujereada, estropeada, se nos ha quedado pequeña o, simplemente, ya no nos gusta. El primer paso es seleccionar lo que realmente usas y a partir de aquí, ordenarlo será mucho más fácil.
El resultado de ser ordenado, pues, son espacios más habitables pero también una posible reducción de nuestro consumo y de los gastos asociados; tanto porque el orden nos permite ser más conscientes de lo que realmente tenemos y de lo que necesitamos, como porque después de ordenar nuestra casa … no nos quedaran ganas de llenarla de más ‘trastos’.
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