Últimamente se habla mucho de la autofabricación, de los makers, del rapid manufacturing… ¿te suena? Para los menos entendidos, os resumo (desde mi «acotado» pero entusiasta conocimiento de esta tecnología) qué es. La fabricación directa (rapid manufacturing) consiste en un conjunto de técnicas, tecnologías y métodos que permiten la manufactura rápida, flexible y competitiva de piezas –prototipos, moldes, matrices, productos finales…– directamente a partir de información electrónica. Se trata, en definitiva, de la impresión directa de sólidos. Fabricar aquello que quieres y necesitas, cuándo quieres y cómo quieres. Los colores, las medidas (aún no demasiado voluminosas, por piezas), el material… lo eliges tú. Pero, ¿cómo? La primera reacción cuando escuchas o lees esta definición es: «guau, yo quiero una impresora de esas y poder imprimir ese vestido que no existe, esa silla con la base más amplia, esa cama de medidas inexistentes, esa cuchara más larga, o ese zapato más ancho y con agujeros». En realidad, todos somos diseñadores en potencia. Nos adaptamos a los productos que nos ofrece el mercado. Somos poco o nada proactivos, pero es que no podemos. Escogemos aquellos productos que más se parecen a lo que tenemos en mente, pero pocas veces, por no decir nunca, encontramos ese «render» mental… nos conformamos con los diseños que existen… porque no tenemos alternativa. Pero, ¿y si esta alternativa existiera?. Por otro lado, no puedo evitar hacer una mención al valor sostenibilista que este tipo de tecnología supone. Resulta que muchos de esos materiales que han tenido la mala suerte de formar parte de productos mal diseñados, que no han pensado en qué pasará con ellos cuando finalicen su ciclo de vida… pueden ser reciclados para generar nuevos productos a través de esta tecnología de impresión 3D. Cobre, plástico y madera son algunos de los materiales que se podrían reutilizar directamente en la fabricación de nuevos objetos. ¡Suena muy bien! Uno de los primeros ecodiseños que escribí para Sostenible.cat fue la RD4, la silla fabricada 100% con plástico reciclado… no se trataba de impresión 3D, pero sí recuerda en la reutilización de materiales en desuso. En definitiva, si unimos fabricación local, con materiales locales y reciclados; con la opción de crear objetos propios… surge una nueva revolución industrial y nueva generación de Makers! Pero, ¿resulta tan fácil? Parece ser que no. Aunque esta tecnología está bajando su precio de manera acelerada, aún resulta cara. Según el artículo de Technology Review «Se busca: Un botón de imprimir para los objetos en 3D» : «A la tecnología aún le queda un largo camino que recorrer, ya que fabricar objetos en impresoras domésticas es lento y caro. Para imprimir una manzana de plástico sólido en la impresora doméstica de MakerBot que cuesta 2.000 dólares (unos 1.500 euros), se tardan siete horas y loa materiales cuestan 50 dólares (unos 38 euros), así que no es competencia para los artículos de plástico baratos que se fabrican en China». Además, no todos somos capaces de diseñar un modelo 3D. De momento, podemos imprimir modelos ya hechos, pero no es lo mismo. En el anterior artículo de Technology Review destacan que «el mayor obstáculo para una revolución de la impresión 3D es que pocos consumidores o diseñadores son capaces de manejar el software utilizado para renderizar objetos y convertirlos en archivos imprimibles» y que por lo tanto «el gran cambio se dará en cómo aprende la gente a usar la tecnología para desarrollar todo su potencial». Y en este punto aparece el Fab Lab Barcelona. Su director, Tomás Díez, propone la reutilización de los residuos para que vuelvan a formar parte de la cadena productiva. El plástico, el metal y muchos otros materiales ya usados son, también, potencial materia prima. En el reportaje de Yorokobu Barcelona abrirá dos ateneos de fabricación para reactivar la producción local, Tomás Díez explica el potencial reciclador de la impresión 3D y presenta los dos primeros ateneos de fabricación, situados en los barrios barceloneses de Les Corts y Ciutat Meridiana. Estos formarán parte de la red mundial de Fablabs que el Massachussets Institute of Technology (MIT) creó en el año 2000 y que hoy se compone de más de 130 laboratorios en todo el mundo. El objetivo es que “en el futuro haya, al menos, un fablab por distrito, es decir, unos 10 para toda la ciudad”. Esto ya empieza a sonar mejor. Centros de fabricación local que aprovechen los recursos y «residuos» locales para crear productos específicos autodiseñados, sin nada que sobre ni nada que falte. Los próximos meses (mayo y junio), el Fab Lab Barcelona organiza diversos workshops relacionados con esta tecnología: construir un skate desde el principio hasta el final, diseñar textiles a través de la tecnología digital, y acercar la autofabricación a los más pequeños; son algunos de los talleres que acercarán la impresión 3D a profesionales del diseño y a la ciudadanía en general (y a las futuras generaciones). Como futura «maker» seguiré de cerca cómo evoluciona esta tecnología. Me interesa como «diseñadora» que soy, como consumidora de nuevos productos, como profesional del medio ambiente y habitante de este planeta. Creo que nos interesa a todos… Para los inquietos, recomiendo esta publicación que conocí en uno de los inspiradores Update’s de Infonomia: «Makers. The new industrial revolution» de Chris Anderson.
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