De vez en cuando, te encuentras con proyectos-reto que te permiten diseñar, gestionar, crear, trabajar en equipo y todo en un gran escenario de incertidumbre y expectativas: ¿cuánta gente vendrá al taller? ¿Participarán activa y proactivamente?. Este ha sido el caso de un taller sobre desmaterialización de la economía que he concebido y dinamizado para la Agència de Residus de Catalunya, en el marco de la 13a Jornada de prevención de residuos (#13JPR), una más de las actividades de la VII Semana Europea de Prevención de Residuos. He tenido la suerte de poder conceptualizar y dinamizar un taller. Además del taller (aquí encontraréis algunas fotos), hemos ecoeditado unos libretos en modo de manual con una encuesta sobre ‘¿Cuántas cosas tienes?…’ y, entre otros cosas, 6 estrategias para la desmaterialización: desde las más actuales hasta algunas que se encuentran cerca la ciencia ficción. Quiero compartir con vosotros estos contenidos que además, hemos tenido la suerte de poder explicar con ilustraciones hechas a medida. ¡Gracias Marina y Magalí!
¿Cómo desmaterializarnos? ¿Somos capaces de consumir menos productos? ¿Cómo lograr nuestro confort actual con menos cosas? ¿Es posible? Más que posible, que lo es, resulta necesario. Los retos ambientales y sociales a los cuales nos enfrentamos en la actualidad reivindican el cambio de una sociedad donde el bienestar y la situación económica se miden en función del crecimiento de la producción y el consumo de bienes materiales. Hace falta una transformación hacia una sociedad donde todo el mundo pueda satisfacer mejor sus necesidades consumiendo mucho menos, reduciendo la producción de objetos materiales e incrementando los servicios finales.
En esto consiste la desmaterialización: Hacer más con menos. El uso de menos materiales se traduce directamente en una menor producción de residuos y en una mayor eficiencia en el uso de los recursos.
La política, el diseñador en mayúsculas La política se convierte en un paso determinante para desmaterializar nuestro sistema, apoyando a fabricantes, diseñadores y consumidores para producir productos mejores y consumir de manera más sostenible y consciente. La política se convierte, de hecho, en el diseñador en mayúsculas que establece las normas a implementar por en todos los agentes implicados en el sistema productivo.
Concretamente, en Cataluña, la Estrategia Catalana d’Ecodisseny, Ecodiscat y la Estrategia de impulso a la economía verde y a la economía circular, ambas recientemente (aprobadas el 2014 y 2015 respectivamente) se convierten en herramientas normativas para la promoción de una manera más sostenible de producir y consumir. Ambas estrategias se enmarcan en la Estrategia Cataluña 2020 (ECAT 2020) para la mejora de la competitividad de la economía catalana y de la ocupación a largo plazo y para reorientar el modelo productivo hacia el crecimiento inteligente, sostenible y integrador que promueve la UE. Uno de los ocho ejes estratégicos de orientación de las políticas de esta estrategia marco es el de impulsar la transición hacia una economía más eficiente en el uso de los recursos (eje 6). Una economía más desmaterializada.
El buen diseño de productos también es posible Prácticamente todo aquello que nos rodea está diseñado: un vaso, una silla, un mueble, un lápiz, una prenda de ropa, un coche, un edificio… Consiste en materia transformada para cumplir un uso concreto. Parar la fabricación de nuevos productos para reducir el impacto ambiental y social asociado a su manufactura, distribución y final de vida útil sería una opción demasiado radical y que no tendría en cuenta que los humanos también establecemos una relación emocional, y no únicamente funcional con los objetos. Este proceso requiere tiempo de adaptación tanto del sector productivo como de los propios consumidores.
Mientras tanto, hay que diseñar productos mejores, que además de funcionar correctamente y de contar con criterios estéticos también deben ser durables, eficientes, multifuncionales, con materiales de origen local y ecológicos, atemporales, monomateriales, reutilizables, reciclables, etc. La desmaterialización, de hecho, es una más de las estrategias de ecodiseño. El smartphone es un ejemplo claro de múltiples productos en ud. La navaja suiza del mundo moderno que incorpora un teléfono, ordenador, agenda, GPS, reproductor de música, reloj, cámara de fotos y de vídeo… Los vehículos eléctricos, los edificios eficientes, la comida ecológica, etc. también son ejemplos de buen diseño. Cada vez hacemos productos mejores.
Menos productos y más servicios ¿Luz o una lámpara? ¿Desplazarse o un vehículo? ¿Agua o un grifo? ¿Escuchar música o un CD? ¿Ver películas o un DVD? ¿Lavar la ropa o una lavadora? ¿Texto impreso o una impresora? Aquello que realmente necesitamos es la primera opción: el servicio. La segunda opción se convierte sólo en un intermediario material, el producto, que ha sido concebido y diseñado con el objetivo de proveer de su servicio correspondiente. ¿Somos conscientes de esto? ¿Y si pasáramos a consumir únicamente servicios?
Actualmente, ya existen numerosas empresas que se centran en ofrecer servicios sin necesitar que el consumidor adquiera productos. El leasing es un ejemplo claro. ‘Yo te alquilo la impresora y te ofrezco el servicio de que imprima correctamente. Cuando no funcione, te la cambiaré por otra, porque al final el servicio que tú quieres es poder imprimir cuando necesites’. Lo mismo con las lavadoras: espacios donde puedes alquilar el uso de la lavadora en ninguna parte de tener una propia o incluso edificios que ya se diseñan con espacios comunes, uno de ellos la lavandería. Y también con los coches y bicicletas: ‘no hay que tener uno o una propia, nosotros te las alquilamos cuando y donde las necesites’. ¿De verdad quieres tener tantas cosas? Liberarse de la propiedad es un ejercicio saludable, nos saca responsabilidades y costes asociados y no nos resta calidad de vida, por el contrario.
Menos poseer, más compartir. ¿Y si colaboramos? El consumo colaborativo es un modelo de consumo que no se basa en la propiedad y que promueve la creación de comunidades y el acercamiento entre vecinos. De hecho, el consumo colaborativo se basa en volver al intercambio de bienes y servicios, más antiguo que el dinero, y también al compartir, alquilar y regalar. Pero ahora hay una diferencia que lo hace especialmente eficiente: internet, que ha pasado de ser una tecnología a convertirse en una cultura, una manera de vivir que todo el mundo, en mayor o menor medida, ha incorporado en su día a día para responder a sus necesidades.
El consumo colaborativo da respuesta a los grandes retos de la sociedad actual: la crisis ambiental (puesto que se reduce el consumo de materias primeras y también la generación de residuos), la crisis social (porque se crea comunidad) y la crisis económica (porque supone una opción más barata para todos). Pero lo que es más importante, no hay intermediarios. Los consumidores, hasta ahora pasivos, pasan a ser usuarios activos. Realmente implica una revolución económica, social y ambiental.
Yo diseño, tú fabricas, yo consumo
Hasta ahora la ciudadanía ha consumido aquello que encuentra al mercado. Como consumidores, siempre nos hemos encontrado los productos y servicios ya diseñados y fabricados. En muchos casos, acabamos comprando aquello que más se asemeja al que queríamos. Resulta que todos somos diseñadores en potencia, pero no tenemos las herramientas ni conocimientos para serlo. Por otro lado, el actual sistema productivo se basa en grandes centrales logísticas, y en transporte de mercancías por tierra, mar y aire. Y todo esto es necesario porque hay que almacenar todos los bienes que se fabrican y hay que distribuirlos para hacerlos llegar al consumidor final. Independientemente de que finalmente sean necesarios o se acaben consumiendo. Un sistema poco eficiente e insostenible.
Una de las alternativas que se dibuja últimamente es la democratización del diseño y la manufactura distribuida. El autofabricación, la fabricación directa, el open design, los makers, los fixers, etc. son nuevos conceptos que se empiezan a aplicar y que nos alejan de un modelo productivo unidireccional. ¿Y si producimos sólo aquello que necesitamos, como nosotros queremos y lo hacemos junto a casa? En Barcelona ya existen tres ateneos de fabricación donde podemos materializar nuestras ideas.
Tecnología, nuevos materiales. La no materia Los adelantos tecnológicos conducen hacia diseños más eficientes en el uso de las materias primas: objetos más pequeños y con más funcionalidades. La tendencia a la miniaturización del diseño está estrechamente ligada a la integración de funciones. Hacer más con menos. La luz (bioluminiscencia), la electricidad (energías renovables), y la materia orgánica y el oxígeno (fotosíntesis artificial), entre otros, serán producidos sin consumir energía y prácticamente sin materia implicada. Es el caso del grafeno, un nuevo material ultraligero, flexible y de dureza extrema que cuenta con una alta conductividad térmica y eléctrica. El sustituto del silicio, permite diseñar pantallas táctiles flexibles, circuitos integrados ultrafinos, células fotovoltaicas transparentes, dispositivos biotecnológicos… Menos materiales con más propiedades.
Cómo decía Arthur C. Clarke, cualquier tecnología suficientemente avanzada nos parecerá magia. La innovación tecnológica nos conduce hacia escenarios cercanos a la ciencia ficción. Teletransportarnos será posible. ¡No harán falta coches, ni aviones, ni carreteras! Los ahorros en materia, energía y espacio son inimaginables, pero no debemos olvidar que la tecnología sólo es un medio para implementar un buen diseño.
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