Hombres de espaldas aprovechando cualquier rincón de la ciudad para mear. Entre los contenedores. De cara a la pared. En una esquina. Mirando a ambos lados. ‘¿Alguien me ha visto?’ ‘Sí, todo el mundo!’ El resultado, un olor muy desagradable, un espacio urbano sucio, insalubre. No digo que las mujeres no lo hagamos, pero está claro que menos (dada la dificultad asociada y el pudor que supone bajarte las braguitas y esconderte detrás de una rueda como un perro). Nuestros residuos orgánicos también son un problema ambiental y más cuando estos acaban en nuestras calles, las calles de todos. Las noches de los fines de semana este tema se vuelve escandaloso. El mal olor es insoportable y un espacio público se convierte en un wáter gigante de uso indiscriminado.
Cada vez se ven más urinarios para evitar estas situaciones, pero sobre todo ubicados en grandes festivales o espacios donde se prevén aglomeraciones de personas. Algunas ciudades se están poniendo las pilas y están haciendo pruebas. Quieren resolver este problema e incluso intentan aplicar una visión ‘cíclica’ aprovechando este residuo para darle un segundo uso. Es el caso de París que ha identificado un problema: ‘mucha gente meando junto a la estación de tren de Lyon’ y buscado una solución ‘mobiliario urbano pensado para que se lo piensen dos o tres veces antes de mear fuera’. Se trata del Uritrottoir (suena a superhéroe). ¿Se trata de un buen diseño?
De entrada resuelve varios problemas: evita que los hombres hagan sus necesidades en otro lugar, estéticamente no resulta repulsivo, se ha pensado para durar, y además, según sus diseñadores, la orina se usa para hacer compuesto que después se utiliza como fertilizante en los jardines públicos. Además, está adornado con un elemento floral que lo hace parecer de todo menos un urinario público. Hasta aquí, no suena mal. En facebook, en esta conversación comenzada por Toni Lodeiro se han compartido muchos ejemplos y reflexiones documentadas, e incluso se han mostrar ejemplos de urinarios similares para mujeres (lo siento, pero no me veo ni con el GoGirl ni con el ‘cono mágico’). ¿El compuesto resultante de mezclar orina con paja seca, serrín y trocitos de madera, es un compuesto de calidad? No lo sé y supongo que los diseñadores y quienes hayan hecho el encargo, lo habrán probado. Espero. Porque si cada uno de estos urinarios ‘cool’ cuesta 3.000 euros con la excusa de que es guapo y de que permite hacer compuesto, será porque funciona, ¿no? En esto no entraré. Donde sí entraré es en añadir una reflexión al respeto. Más allá de que se trate de un diseño de un privado (tendría que ser público y estar en más lugares de la ciudad, por lo tanto tendría que ser más asequible y pensar en materiales menos caros) está claro que quiere resolver un problema y que lo intenta aplicando criterios de economía circular y de buen diseño. Esto es una buena noticia. Un lugar por donde empezar. Estoy convencida de que deben de existir otros ejemplos en todo el mundo, pero no haré un benchmarking en este post. Sólo quería reflexionar sobre cómo pensar más allá, sobre cómo intentar resolver problemas sin generar otros nuevos es una estrategia a aplicar en todo producto que se diseñe, y más todavía si este se tiene que instalar en el espacio público, y por lo tanto tiene que ‘invitar’ a ser meado (en este caso).
El caso de los perros es otro tema, sobre el que también se ha hablado en este debate y es que el problema no es menor. Y no entraremos en otros residuos orgánicos que muchos propietarios dejan que sus perros depositen allá donde les apetezca bajar el culito y dejarse ir. Parece que sobre esto también se está investigando y según Rezero se está haciendo una prueba piloto en el Maresme. Lo que resulta bastante claro es que los ‘pipi-can’ no acaban de resolver el problema, y menos los que miden un metro por un metro.
El espacio público necesita de mobiliario que resuelva problemas. Sí, tenemos problemas más graves: la contaminación atmosférica, la acústica, la autosuficiencia energética, otros residuos que generamos diariamente, etc. Seguramente más graves y a una escala mayor. Pero si le preguntas a muchos ciudadanos cuáles son, para ellos, los principales problemas de su ciudad te dirán, seguramente: el ruido, la seguridad, el incivismo… y los pipis y las cacas de perro. Este es pues un tema más a resolver. Como siempre hay que empezar por la prevención: salir meados de casa, hacer un mapa digital (ligado a una aplicación) que recoja todos aquellos bares que permiten utilizar el lavabo sin necesidad de consumir (recibiendo alguna ventaja por parte de la administración, por ejemplo), etc. Madre mía, que post más escatológico y extraño, pero me ha parecido que hablar de buen diseño no excluye resolver cualquier problemática. La salud pública y la calidad del espacio público es una de estas problemáticas, ¿por qué no pensar, también, cómo solucionarla?
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