La economía circular, ¿de qué color es?
Cuando hace unos 10 años se hablaba de ecodiseño ya se insistía en la necesidad de pasar de una visión lineal de los productos, servicios y sistemas a una visión circular. Con la biomímesis, el diseño inspirado en la naturaleza, se destacaba la capacidad de esta para funcionar a lo largo de los siglos sin impactar negativamente, respetando los equilibrios ecosistémicos y reincorporando todo lo producido, utilizado y desechado; como una materia prima para hacer crecer nueva vida. Y el Cradle to cradle (de la cuna a la cuna) se fijó en esta sabiduría acumulada de la naturaleza para inspirar estrategias centradas en abandonar la idea moderna del residuo y pensar en una nueva manera de hacer las cosas que nos permitiera no malgastar ningún material, convirtiendo la materia residual en materia prima (‘basura = alimento’). ¿No es todo esto ‘Economía circular’?
Hemos pasado por colores (economía verde, azul) y conceptos diversos, muchos de ellos complementarios, pero parece que no acabamos de entender qué significa ni cómo aplicar la circularidad en nuestra economía. Ahora Europa lo ha priorizado y todo el mundo etiqueta lo que hace como modelo circular para poder subirse al carro de lo que ‘toca’. Pero, insistiendo de nuevo, ¿qué es la Economía circular? Si buscamos la definición más habitual y sencilla diríamos que es una estrategia que tiene por objetivo reducir tanto la entrada los materiales como la producción de desechos vírgenes, cerrando los ciclos o flujos económicos y ecológicos de los recursos. En resumen sería aprovechar al máximo los materiales y recursos ya existentes de manera cíclica.
Pero como ha pasado siempre en el ámbito de la sostenibilidad y como en muchos otros, los conceptos van cambiando de terminología en un intento por reinventarse o hacer un marketing basado en la novedad. En este caso, no fue hasta enero de 2012 que la Fundación Ellen MacArthur publicó un informe titulado Hacia la Economía Circular: Racionalidad económica y de negocios para una transición acelerada, desarrollado por McKinsey & Company. Se trata de poner en valor la oportunidad económica y empresarial de un modelo circular restaurativo que según el informe supone un importante potencial de beneficios significativos para la Unión Europea.
La cultura de la sostenibilidad, imprescindible para un verdadero cambio
Al parecer, todo lo que podemos incorporar a nuestro sistema económico como un beneficio pasa a ser una prioridad para Europa y, por tanto, para todos sus Estados miembros y administraciones y, finalmente, empresas. Al poner números y decimales a los beneficios económicos asociados a tener una visión cíclica de la economía, parece que el discurso pasa a ser menos ‘naïf’ y más competitivo y justificable. No acabamos de convencer en base a indicadores de pobreza, calidad del aire, acceso a una vivienda digna, etc. que muestran que no vamos bien; hay que conseguir el dato económica que acompañe el discurso. Bueno, tendremos que admitir que a nivel cultural aún no estamos preparados para asumir una nueva manera de hacer las cosas y, por el momento, tendremos que seguir valorando nuestra situación en base a unos valores del IBEX. Lo haremos, pero sin un cambio cultural de toda la sociedad y los agentes económicos no habrá economía circular verdadero. ¡Tomemos nota!
Porque no se trata únicamente de producir de manera cíclica. También hay que consumir de manera cíclica y esto lo tendrán que hacer los y las consumidoras. Naturalmente que un mercado con más oferta de productos y servicios cíclicos favorecerá una economía más circular, pero al final siempre estamos las personas, cada una de nosotros, con nuestras peculiaridades, manías, miedos, vergüenzas, secretos, prioridades y problemas. Y sobre todo ,falta de tiempo para pensar y cambiar rutinas. Hasta que no incorporemos unos hábitos de consumo y de post-consumo más sostenibles y menos centrados en nuestro ego y expectativas inalcanzables, la circularidad se quedará en papel mojado. Por lo tanto, la educación, la sensibilización, la cultura sostenibilista debe llegar a todos desde todas partes. Y, naturalmente, también desde los productos y servicios que ponemos en el mercado.
Recircular materiales versus repensar el sistema
Vuelvo de nuevo a una de las ‘R’ más olvidadas: repensar. Donald McDonough y Michael Braungart (los creadores de Cradle to cradle) ya lo dijeron claramente: ‘Hay que repensar la manera en que hacemos las cosas’. Y aún más alto y claro: ‘no se trata de hacer productos menos impactantes a nivel ambiental y social, sino de hacer productos bien diseñados. Se trata de hacer buenos productos’. Y aquí quería hacer un paréntesis para mí clave.
Las experiencias que se muestran como ejemplificadoras de Economía circular que hasta ahora he podido seguir de manera más cercana se centran principalmente en la reutilización de materiales en desuso (residuos) como materia prima, cerrando así un ciclo de materiales que hasta ahora se perdía, con toda la pérdida de recursos asociados (agua, energía, materiales …) Por lo tanto, muchas de estas experiencias se sitúan en la fase final del ciclo de vida de muchos productos y lo que hacen es evitar que ese producto termine en un vertedero o incineradora, haciendo posible su reintroducción en el sistema como nuevo producto acompañado de un mensaje sensibilizador. Y muchas veces estos productos son manufacturados de manera local y en talleres sociales, añadiendo así aún más valores al resultado final. En muchos casos, de hecho, el producto pasa a ser una herramienta no un fin en sí mismo. Una herramienta para la transformación social.
Todo esto suena muy bien y de hecho está muy bien. Hay que actuar en este punto del ciclo de vida, pero también hay que actuar antes, mucho antes. Se trata de reducir en origen, de repensar qué hacemos y cómo lo hacemos, de desmaterializar al máximo la economía para evitar así tener que gestionar todos los residuos que ésta genera. Se trata de ir al principio de todo, en el momento de diseñar, de conceptualizar, y en este momento clave, incorporar estrategias como la desmaterialización y la durabilidad. Porque menos es más y añadiría, más duradero es más sostenible.
Ejemplos de cómo integrar la desmaterialización y la durabilidad a la visión circular
Es como aquel mueble de casa que nunca has movido de lugar porque no se te ha pasado por la cabeza pero que supone un obstáculo que intentas mejorar haciendo las 1.001 reformas; cuando, en realidad, lo que hay que hacer es mover el mueble para darte cuenta de que la solución estaba allí delante. Nos centramos en el modelo recurso-producto-recurso reciclado-nuevo producto; pero nunca cuestionamos el producto en sí porque seguramente no nos interesa o no interesa al sistema que nos exige generar más y más. Cuestionar los productos como cuestionar el sistema requiere ir a contracorriente y eso, ahora mismo, no se lo puede permitir todo el mundo.
Pero para aquellos y aquellas que quizás se hayan perdido en esta diatriba de reflexiones que intentan ordenarese una al lado de la otra, propongo algunos ejemplos para entender esta propuesta de pasar de ‘productos mal diseñados, pero instaurados al mainstream’ y de productos ‘rediseñados con criterios ambientales, como soluciones de malos diseños pero que mantienen el usar y tirar para mantenerse en el mainstream’; a ‘soluciones que se fijan en el servicio y función y desmaterializan lo que no hay que materializar’: los no-objetos.
Primer ejemplo: Si pensamos una opción sostenible de las cápsulas de Nespresso, nos encontramos con productos como las cápsulas biodegradables de Cafés Novell (Premio Ecodiseño de Cataluña, de producto, 2017). En este caso nos encontramos ante un producto extendido, muy extendido, de usar y tirar y el hecho de mejorar el material reduce significativamente su impacto ambiental. Por lo tanto, es una buena solución la que ofrece Cafés Novell. Pero como diría MacDonough, ¿se trata de hacer productos menos malos o de hacerlos bien? Otro producto que intenta resolver este impacto son las cápsulas WayCap de acero, reutilizables una y otra vez y que permiten obtener el mismo resultado: un café delicioso con la misma máquina. Y si todavía nos vamos a desmaterializar más, tal vez podemos reconsiderar las cafeteras italianas de toda la vida. Aquí el residuo se reduce casi a cero si además compras al café a granel (¡posible!). Este sería pues un ejemplo de cómo repensar la manera que hacemos las cosas, que debería convertirse en la primera estrategia para reducir el impacto ambiental de ciertos productos. Pero normalmente esto se percibe como una renuncia y una pérdida de bienestar cuando en realidad no es así. Y no olvidemos que cuando más desmaterializada sea la opción más económica sale a medio plazo y en algunos casos incluso a corto plazo.
Ejemplo 2: Con un producto como una compresa o tampón ecológicos (de algodón y productos naturales, biodegradable) se reduce drásticamente el impacto en comparación con las compresas y tampones convencionales de plástico. Además, se convierte en una opción más saludable. Pero, como en el caso anterior, no deja de ser una solución a un mal diseño que en ningún caso es la mejor solución ni supone un cambio de paradigma, ya que sigue siendo un producto de un solo uso. La copa menstrual se puede reutilizar durante 10 años para contener periódicamente la menstruación, con otras ventajas como permitirte ser más consciente de tu propio ciclo y empoderarte como mujer. ¡Económicamente no tiene color! Se amortiza prácticamente con la segunda o tercera menstruación. Y en este caso, estamos pasando de un solo uso a muchos usos, con materiales duraderos. Además, tu copa pasa a ser ‘tu copa’, no una cualquiera. ¿Quién se ha encariñado alguna vez de una compresa? Yo no. De nuevo estamos hablando de pasar de productos de un solo uso a productos reutilizables, con materiales duraderos, y por tanto, estamos desmaterializando un producto sin perder en ningún momento su uso y servicio final. Además, en la línea de lo que dice el arquitecto y diseñador Ezio Manzini hay que ‘recuperar productos con alma, los que cuidamos y reconocemos; estos productos de muchos usos pasan a ser un objeto concreto, identificado, de autor, que no pasa desapercibido … como si hacen el resto ‘.
Ejemplo 3: Y, finalmente, llegamos a las botellas de agua mineral de plástico…
(Artículo completo en Sostenible.cat).
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